PENELOPE

A MI MADRE
I

Si la historia hubiera sido contada por el león
y no por el cazador
otro sería el mito

Ulises y yo, hacía tiempo
que no queríamos estar juntos,
pero el divorcio no existía,
y para que decir de la suerte
de una mujer sin marido.
Así que no más supo
de la guerra de Troya me informó que partía,
y yo,
puse cara trágica para la ocasión
más mi corazón
se salía del pecho de gozo.

Finalmente Helena nos hizo un gran favor
y ya no tuvimos que soportarnos,
a esta altura del martirio,
perdón,
del matrimonio,
no cabíamos en el mismo castillo.

De la mano de Telémaco,
al partir el infiel,
dije, con una sonrisa, “vuelve pronto”.
Casi cometo un acto fallido,
menos mal que Freud aún no existía,
por eso este acto no aconteció.
Para mis adentros pensé
“púdrete”
y no más hubo levado anclas
remodelé el castillo.
Al fin podría vivir a mis anchas.

II

Yo no tejía de día y destejía de noche
por fiel esposa,
como Homero lo contó.
Yo destejía,
porque creyéndome libre
del yugo del esposo
(ni tonta ni perezosa)
ponerme otro yugo quería.
En realidad
(y esto Homero lo omitió)
antes que “mi” Ulises partiera
yo quería que desapareciera.
Cansada me tenía
y muchas noches,
más de un dolor de cabeza inventé
para no cumplir mi labor de esposa.
De no haber sido así
¿por qué creen que no hubo más Telémacos?

Para que la historia sea bien contada
la verdad debe ser dicha.
Yo no esperaba
que el infiel Ulises volviera.
Por eso aquel día
que Homero inmortalizó,
mi cara de sorpresa
no era tal.
Era espanto
porque prefería
la vida de viuda,
sin tumba
donde llorar al canalla,
que la vida de esposa
atada y esclava.

El tiempo de viaje de Ulises,
que dicho sea de paso
no demoró por los imprevistos del viaje,
sino, por su inclinación a la lujuria,
yo era feliz sola
¿para qué deseaba otro yugo?
Perdón, marido.

Así es como tejer y destejer
no era virtud de viuda fiel
si no de mujer feliz,
medio libre medio esclava,
pero dueña de su porvenir.

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